Nunca el mundo ha sido económicamente tan desigual. Ni
tan igualados, por lo contrario, en lo que respecta a las ideas y los
costumbres. Una uniformización obligatoria, hostil a la diversidad
cultural del planeta. La nivelación cultural ni siquiera se puede venir. Los
medios de comunicación de masas de la era electrónica, al servicio de la
incomunicación humana, está imponiendo la adoración unánime de los valores de
la Sociedad neoliberal.
Nunca la tecnología de las comunicaciones ha sido tan
perfeccionado; y, sin embargo nuestro mundo se parece cada día más a un reino
de mudos. La propiedad de los medios de comunicación de masas se
concentra cada vez más en menos manos; los medios de comunicación de masas
dominantes están controlados por un número pequeño de poderosos que tienen el
poder de dirigirse a la inmensa mayoría de los ciudadanos del planeta. Nunca
una minoría han mantenido a tantos hombres en la incomunicación. El
número de quienes tienen derecho de escuchar y de mirar no cesa de crecer
mientras se reduce vertiginosamente el número de quienes tienen el
privilegio de informar, de expresar de crear. La dictadura de la palabra única
y de la imagen única, tan devastadora como del partido único, impone por todas
partes un mismo modo de vida y concede el título del ciudadano ejemplar a
aquel que es consumidor dócil , expectador pasivo, fabricado en seríe, a
escala planetaria, según el modelo propuesto por la televisión comercial
americana.
El ejemplo de la mejor televisión pública europea no
ha conseguido internacionalizarse; por lo contrario, las cuatro esquinas del
globo, y la misma Europa, han sido conquistadas por este venenoso cóctel de
sangre, de Valium y de publicidad que caracteriza la televisión privada de los
Estados Unidos.
En este mundo sin alma que los medios de comunicación
de masas nos presenta como el único mundo posible, los pueblos han sido
reemplazados por los mercados; los ciudadanos, por los consumidores; las
naciones, por las empresas; las relaciones humanas, por las competencias
comerciales.
Nunca la economía mundial ha sido tan poco
democrática, y nunca el mundo ha sido tan escandalosamente injusto. Las
desigualdades sean duplicado en 30 años, según las cifras de las Naciones
Unidas y del Banco mundial. En 1960, la Franja más rica (20%) de la humanidad
era 30 veces más rica que el 20% de los más pobres. En 1990, los primeros eran
60 veces más ricos de los demás (...).
Este mundo del fin de siglo, paradisiaco para
algunos e infernal para la inmensa mayoría, está marcado al rojo vivo por una
doble paradoja. En primer lugar, la economía mundial necesita un mercado de
expansión perpetua para que las tasas de beneficio no se hundan. Al mismo
tiempo, necesita, por la misma razón, brazos que trabajen a un precio vil en
los paises del sur y del este. Segunda paradoja, corolario de la primera. Y, el
norte dicta, de manera cada vez más autoritaria, órdenes a esos paises del sur
y del este con el fin de que importe y consuma más, pero lo que se multiplica
en ellos son las mafias, la corrupción y la inseguridad. Las neosociedades del
consumo emiten mensajes de muerte.
La varita mágica de los créditos y una deuda exterior
que se infla hasta la explosión permiten asegurar nuevos productos inútiles a
la minoría de los consumidores. La televisión se encarga de transformar en
necesidades reales las demandas artificiales que el norte inventa sin cesar y
expande con éxito sobre el conjunto del planeta. Así, todos estamos invitados
en el momento actual a coger nuestro billete para el crucero de la
modernización. Aunque, en las aguas gélidas del mercado, los náufragos
sean más numerosos que los que se divierten a bordo.
Para los millones de jóvenes del sur, condenados a
desempleo o a salarios de miseria, la publicidad no estimula la demanda sino la
violencia. Los medios de comunicación de masas les repiten sin cesar:
"quien nada tiene no es nada. Quien no tiene coche o zapatos de marcar no
existe, es un desecho". El culto al consumo se impone de ese modo a los
millones de alumnos de la escuela del crimen. Las ciudades explotan, y en su
seno, con más intensidad, explota la delincuencia. Apropiaandose de las cosas
que le permiten existir, cada delincuente quiere ser igual que de su víctima.
La televisión propone un servicio completo: no sólo actúa de tal manera que
confunde calidad de vida cantidad de objetos sino que, además, ofrece
cotidianamente cursos a audiovisuales de violencia que los videojuegos
completa. El crimen es el espectáculo más apreciados la pequeña pantalla.
"Pero antes de que te peguen", aconsejan los juguetes electrónicos.
"Está solo, cuenta sólo contigo". Coches que vuelan por los aires,
personas que estallan: "tú también puede matar".
El sistema que rige el mundo y que ahora se llama,
pudorosamente, economía de mercado según de cada vez más en la impunidad. Los
medios de comunicación de masas dominantes muestran la actualidad como un
espectáculo fugaz, ajeno a la realidad, vacío de memoria; ayudan a ahondar las
desigualdades (...).
Coches invencibles, jabones prodigioso , perfumes
excitantes, analgésicos mágicos: a través de la pequeña pantalla, el mercado
hipnotiza al ciudadano consumidor. Pero a veces entre anuncio y anuncio, la
televisión exhibe algunas imágenes de hambre y de la guerra. Estos horrores ,
estas fatalidades, llegan de otro mundo, del infierno, y no hacen más que
subrayar el carácter paradisiaco de la Sociedad de consumo.
Los amos de la información, en la era de la
informática, denominan comunicación al monólogo del poder. La universal en
libertad de expresión consiste en actuar de tal manera que la periferia del
mundo obedece a las ordenes emitidas por el centro sin tener el derecho de
rechazar los valores que éste les impone. La clientela de las industrias culturales
no tiene fronteras: es un supermercado de dimensión mundial en el que el
control social se ejerce a escala planetaria. La ofensiva envilecedora de
la incomunicación nos obliga a medir la importancia del desafío cultural. Más
que nunca hay que el presentarse a todo esto en un momento en que los medios de
comunicación de masas, en este fin de siglo, quisieran persuadir a unos de que
abandonemos la esperanza como se abandona a un caballo agotado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario