jueves, 15 de agosto de 2013

Relatos de inmigrantes dominicanos (AP)


(Publicado en El Nuevo Dia el 6 de febrero de 2012)

Arismendy Manzueta prefirió abandonar su siembra de arroz en el noreste de República Dominicana porque sus ganancias de la cosecha anterior apenas le "dejaron para comer" y en cambió intentó viajar con otros 70 inmigrantes ilegales a Puerto Rico en una lancha que naufragó y de la cual sólo 13 personas han sido rescatadas con vida.

"Aquí la cosa está mal y el gobierno no quiere ayudarnos", dijo a la AP Manzueta, quien utilizó 40,000 pesos (1.030 dólares) de las ganancias de su cosecha del 2011 para pagar el frustrado viaje sin permiso migratorio a Puerto Rico.

El hombre de 28 años, padre de 2 hijos y casado con una estudiante universitaria, explicó en el hospital donde es atendido por quemaduras y laceraciones que tras un año de trabajo en el campo, sus 6 hectáreas de arroz le representaron apenas unos 5.000 dólares de ingresos. Pero "¡y qué, todo se lo pagamos al banco" por los créditos para la siembra, explicó.

Los pequeños productores de arroz, como Manzueta, protagonizaron en el 2011 varias protestas para exigir al gobierno un tope mínimo al precio del saco de arroz (de 125 libras), que cayó en ese año de unos 2.200 pesos a menos de 1.700 (de 56 a 43 dólares).

El naufragio ocurrido la madrugada del sábado en la bahía de Samaná, frente a la costa de Sabana de la Mar, llenó de luto a la zona arrocera del bajo Yuna, que comprende las provincias Duarte, donde vive Manzueta, y parte de María Trinidad Sánchez.

Hasta el mediodía del lunes, los grupos de socorro habían rescatado sólo a 13 personas con vida y habían sacado del mar 18 cadáveres (12 hombres y 6 mujeres), dijo a la AP Luis Castro, director de Inteligencia Naval de la Marina.

Aunque había algunos viajeros de Santo Domingo y San Pedro de Macorís, en la costa sur del país, la mayoría eran originarios de Duarte y María Trinidad Sánchez, explicó el oficial con base en las versiones de los sobrevivientes.

Varias embarcaciones de la Marina, de los bomberos y de pescadores de Sabana de la Mar continuaban el lunes la búsqueda de cadáveres, mientras decenas de personas aguardaban en la playa con las fotos de sus familiares desaparecidos.

"Uno de los que salió vivo me confirmó que sí, que él iba en la yola", comentó a la AP Anneurys Concepción, cuyo hermano Gabriel, de 23 años y originario de María Trinidad Sánchez, se encuentra entre los desaparecidos.

El naufragio del sábado es el segundo que ocurre en los últimos dos meses, luego de que en diciembre tres personas fallecieron cuando la embarcación en la que viajaban unos 40 inmigrantes ilegales a Puerto Rico se hundió poco después de zarpar de la costa de María Trinidad Sánchez, 190 kilómetros al noreste de Santo Domingo.

Castro, jefe de Inteligencia de la Marina, explicó que en el último año se incrementó nuevamente el número de personas detenidas en su intento por viajar como inmigrantes ilegales al territorio estadounidense de Puerto Rico, arriesgando sus vidas a través del peligroso canal de La Mona en frágiles yolas (lanchas artesanales).

Luego de que la crisis financiera que afectó a República Dominicana en 2003 originó una escalada de migración ilegal a Puerto Rico, el número de detenidos en yolas había descendido progresivamente de 5.014 en 2004, a 140 en 2010, según estadísticas del Servicio de Guardacostas estadounidense.

"Nosotros hemos aprehendido a más personas" en el 2011, insistió Castro, en referencia al aumento del número de inmigrantes y de organizadores de viajes ilegales.

Además, en lo que va del año fiscal 2012, que comenzó en octubre, el Servicio de Guardacostas estadounidense había detenido a 200 "yoleros" dominicanos, una cifra similar a la de todo el 2011 y superior a los 140 arrestados a lo largo del 2010.

"Si no hay trabajo y el gobierno no nos ayuda, uno qué va a hacer", insistió Manzueta.

Ciudad Juárez, matadero de mujeres (Elena Poniatowska)

Ciudad Juárez: matadero de mujeres/ I (Elena Poniatowska)


(Publicado en La Jornada el 26 noviembre de 2002)


En una entrevista reciente, el poeta David Huerta declaró muy espontáneamente y con toda razón a propósito de las muertas de Juárez: "Esos crímenes son un absoluto y total escándalo". Sergio González Rodríguez lo corrobora con una frase a la que le dio un giro extraordinario, el de "las muertas sin fin de Ciudad Juárez". En esa misma entrevista, David Huerta acusó a Fox y lo tildó de incapaz, así como "al estúpido gobernador de Chihuahua", y concluyó: "Tienen que resolver estos crímenes, si no este país no vale la pena".
Desde luego el libro de Sergio González Rodríguez vale la pena. Huesos en el desierto nos enseña a un gobierno que cierra los ojos, a un país de culpables, y nos abofetea con la indiferencia (y también la indefensión) de 400 mil mujeres, casi la mitad de la población de Juárez, Chihuahua, que cuenta con un millón de habitantes. Asimismo nos advierte que entre 1993 y 1995 los cadáveres de 30 mujeres asesinadas se encontraron casi en el mismo lugar, que en 1995 la ciudad padeció mil 302 delitos sexuales de los que 14.5 por ciento fueron violaciones. Un año después, el número de delitos había aumentado 35 por ciento respecto a 1995. Los cuerpos estrangulados y violados encontrados en la arena del desierto pertenecían a muchachas pobres, morenas, de cabello largo, delgadas, bonitas (como son todas las jóvenes), que por lo general sostenían a su familia al trabajar en maquiladoras, farmacias o tiendas de autoservicio.
Sergio también cita textualmente al corresponsal de La Jornada en Juárez: "La muerte de las mujeres en Ciudad Juárez -o feminicidio- se da en un marco de violencia en la región, que ha dejado más de mil 600 muertes de 1993 a la fecha, incluyendo 460 ejecuciones de narcotraficantes".
En la frontera entre México y Estados Unidos pocas heridas cicatrizan, al contrario, la mayoría se infecta y pudre el organismo. Allí, en zonas de contagio, bullen a la más alta temperatura el poder político, el narcotráfico, la violencia, la codicia. Se trata de una franja gangrenada. En ella se estancan rencorosos, desempleados frustrados, los aprendices de todo y oficiales de nada (México es un país de desempleados y, por lo tanto, de hambrientos). Juárez es una ciudad tomada por la chatarra, un inmenso cementerio de automóviles. Allí, entre la herrumbre de las salpicaderas, las cajuelas y las portezuelas, tratan de respirar los habitantes. Además del osario del que nos habla Sergio González Rodríguez, se acumula el de ese soberano imbécil que es el automóvil. Ahogados por hierros retorcidos y llantas ponchadas, los extraterrestres (o casi) que viven en esta franja de tierra cumplen con el precepto: "polvo eres y en polvo te convertirás". Un polvo gris, mortuorio, todo lo ensucia, los escasos árboles se cubren de polvo, los cadáveres de 300 muchachas se desintegran enterrados en el polvo, el espíritu de 500 desaparecidas se va perdiendo como ánima en pena convertido en polvo.
Ya en su libro Juárez, el laboratorio de nuestro futuro, el escritor estadunidense Charles Bowden nos hacía un retrato escalofriante de lo que es Ciudad Juárez, en la que muchos viven en lo más profundo de la miseria, terreno fértil para el crimen. Tan es así que en los últimos 10 años, cada 15 días ha sido asesinada una mujer.
El de Bowden es un volumen de fotografías tomadas por mexicanos que además de buenos fotógrafos tienen la ventaja de vivir en la frontera y, en muchos casos, de haber nacido en ella. Por lo tanto pisan terreno conocido y hablan de lo que saben. Por ejemplo, al entrar al área desértica llamada Lote Bravo, Jaime Bailleres captó el cadáver de una muchacha boca abajo cubierta por la arena. Sobresalían parte de sus piernas y sus pies metidos en sandalias blancas. Se trata de una de las primeras "muertas de Juárez", como Víctor Ronquillo tituló su libro. Muchas veces los cadáveres son descubiertos porque la carne en descomposición hiede, como le sucedió al albañil que encontró hace poco uno de los cadáveres.
Señorita extraviada, el ahora célebre documental de Lourdes Portillo, filmado en el año 2000, afectó a todos sus espectadores y reavivó la indignación en contra de este crimen múltiple. Le dio además proyección internacional. Con Huesos en el desierto, Sergio González Rodríguez viene a unirse a la campaña de apoyo a los familiares que se enfrentan a la indiferencia total del gobierno de Chihuahua desde hace 9 años, a lo largo de los cuales casi 300 mujeres han sido asesinadas.
Ciudad Juárez es una ciudad de maquilas. La mayoría de sus empleadas trabajan en colonias alejadas en las que no hay alumbrado y difícilmente encuentran transporte. Algunas mujeres acuden a las tres de la mañana, porque escogen el tercer turno. El primero es de siete de la mañana a tres de la tarde, el segundo de las tres y media a las doce y media o una de la mañana, y el tercero de las tres a la siete. Ese último es el de menos gente pero el de mejor paga. "Yo hacía arneses y sorteaba cupones y bobinas, unos como carretitos de hilo de los que metes a la máquina de coser. Hacía un triangulito y lo soldaba; eso es parte de un arnés para refrigerador", dice Celestina Gómez, a quien todos llaman Tina.



Ciudad Juárez, matadero de mujeres/ II (Elena Poniatowska)

(Publicado en La Jornada el 27 noviembre de 2002)
¿Por qué Sergio González Rodríguez escribió Huesos en el desierto? Por lo general los intelectuales no se aventuran a temas tan sórdidos. Sergio es un creador, un crítico literario, un escritor que opina sobre temas de alta cultura, como suele llamársele. Es un hombre que vive entre libros y se rodea de revistas y suplementos culturales. Su ámbito es la investigación y la biblioteca. ƑPor qué abandonó sus amados documentos para hurgar en la basura? ƑPor qué se lanzó, como apunta Christopher Domínguez, a un periodismo duro, a una geografía del peligro, por qué escogió un "ecosistema del mal"? ƑPor qué puso en riesgo su propia integridad?
Como cuenta González Rodríguez en su epílogo, sus razones para escribirlo fueron personales. Primero publicó reportajes para el periódico Reforma. Por ello lo asaltaron en un taxi el 15 de junio de 1999, lo golpearon, lo hirieron con un picahielos en las piernas y dos meses más tarde, al sentirse mal y darse cuenta de que se le trababa la lengua, terminó en el hospital, donde le diagnosticaron un hematoma en el cerebro, producto de los golpes del asalto. Tuvo que someterse a una peligrosa operación, desde luego mucho menos peligrosa que la violencia a la que lo habían expuesto los dos sujetos armados que lo atacaron porque Sergio inició una investigación a fondo sobre Ciudad Juárez y sus muertas.
Lejos de amedrentarlo, la violencia ejercida en su contra le dio razones aún más poderosas para inclinarse sobre la violencia que se ejerce contra los demás. Después de varios reportajes, uno al alimón con Rossana Fuentes, decidió adentrarse en la herida atroz, sanguinolenta, fresca y siempre renovada del asesinato en serie de las mujeres de Juárez. Así, como lo dice Christopher Domínguez, Sergio González Rodríguez se convirtió en un "escritor civilizatorio".
Las ciudades fronterizas de Tijuana y Ciudad Juárez, por ejemplo, están catalogadas como ciudades problema: alcoholismo, narcotráfico, prostitución. Juárez sería la segunda ciudad en la lista, pero debido a los asesinatos, alcanzó un espantoso primer lugar. Según Adriana Gandía, esa frontera iba a ser un ejemplo de desarrollo, habría trabajo para todos en las maquiladoras, aunque la mano de obra fuera barata, allá los mexicanos podrían tener una mejor vida. La situación en el campo era de enorme miseria y la rápida industrialización en Ciudad Juárez atrajo a mucha gente que decidió venir a trabajar en las maquilas por una paga mínima, pero segura, al menos. Juárez brindaba un mejor nivel de vida y quién quite y con suerte hasta podrían pasarse al otro lado. En los años 90, Juárez conoció un auge laboral y económico que la equiparó con la antesala del American way of life. Llegaron muchos mexicanos a esta ciudad fea (hoy todavía más fea gracias a los automóviles) y entre ellos llegó para quedarse, también en automóvil, el narcotráfico.
González Rodríguez informa en su libro Huesos en el desierto que en el caso de las mujeres asesinadas, la maquiladora, que en un momento trajo a Ciudad Juárez un gran desarrollo industrial y le dio de comer a muchas familias, se ha mantenido al margen de los crímenes. Sería muy útil para la justicia (si es que existe en Juárez) que los capataces y directivos dijeran quiénes eran sus empleadas muertas, quiénes sus amistades, qué fue lo que hicieron su último día de vida y sobre todo que la empresa instalara un alumbrado público en las colonias cercanas y presionara para obtener vigilancia y seguridad.
En las áreas más pobres no hay alumbrado, muchas de las obreras salen a las tres de la mañana, caminan por callejones oscuros y sin empedrar. No hay seguridad y como tampoco hay pavimento las patrullas no suben a esa zona, y por lo tanto es nula la vigilancia. Sin embargo, varias madres de familia han alegado que si por alguna razón iban a llegar tarde, las muchachas hablaban por teléfono y estaban pegadas a la familia. Aunque a Juárez lo han pintado como Sodoma y Gomorra, es una ciudad en la que los sectores campesinos más pobres guardan costumbres arraigadas, cumplen con fiestas y preceptos. La mayoría de las mujeres en Juárez trabaja; son ellas la fuerza que mueve la industria maquiladora, por lo tanto, resulta demasiado fácil tildarlas de prostitutas para así descalificarlas, disminuir el horror de su desaparición y nulificar las averiguaciones.
Como lo dice muy bien la actriz María Rojo: al solicitar mujeres para el trabajo, las maquiladoras invirtieron su papel y las convirtieron en el sustento del hogar. La mayoría de ellas, madres solteras, mantuvieron a sus hijos y, en muchas ocasiones, a sus padres.
El problema de las muertas de Juárez es de impunidad y de misoginia, como deja muy claro Sergio González Rodríguez. Mujeres de 14 y 15 años han sido encontradas muertas en Ciudad Juárez sin que el gobierno se preocupe por esos asesinatos convirtiéndolos en los más despiadados de México. Hace unos cuantos días se encontraron dos muchachas más en el desierto y el número ha aumentado a 300. El viernes 15 de noviembre desaparecieron otras dos muchachas y no sería raro que ahora mismo, mientras hablamos, desapareciera otra. Estas dos muchachas eran alumnas de secundaria y su padre Rafael Díaz Hernández aseguró que "nunca faltan a su casa". En el caso de las que trabajan en maquiladoras -muchas de ellas madres solteras- han desaparecido de 1993 hasta la fecha sin que una sola autoridad ponga el grito en el cielo, a pesar del dolor y la impotencia de sus familiares. La mayoría son estranguladas y muchas son violadas. Hemos visto fotografías aterradoras. El corresponsal de La Jornada en Ciudad Juárez, Rubén Villalpando Moreno, asentó el 4 de noviembre: "La mayor parte de los homicidios considerados en serie fueron cometidos con enorme brutalidad, ya que aparte de violarlas sexualmente por ambas vías, el o los homicidas les apretaban el cuello para estrangularlas, con lo que el violador sentía mayor placer porque ellas contraían de esta forma sus órganos genitales; además las mordieron y atacaron con cuchillos en pecho y abdomen en extraños ritos de muerte."
"Algunas tenían los senos cercenados; otras, como las ocho localizadas en el mismo sitio en 2001, tenían el pelo cortado en la base del cráneo; unas cuantas tenían cortado un triángulo en sus órganos genitales, lo que hace pensar en ritos satánicos".
¿Por qué no hay reacción? ¿Por qué siguen libres los victimarios de las mujeres?
En 1985, después del terremoto del 19 de septiembre, las últimas en ser rescatadas fueron las costureras de las fábricas de San Antonio Abad. ¿Por qué? Porque eran mujeres, trabajaban sin seguro social en talleres clandestinos y las consideraban igual que basura. Lo mismo sucede con las muertas de Juárez. Para variar quienes piden que se haga justicia son las indignadas madres de familia. ¿Qué puede sentir una madre al encontrar el cadáver de su hija desnucada, el seno derecho cercenado y el pezón izquierdo arrancado a mordidas? ¿Cuándo piensa el gobierno panista ponerle fin a esta barbarie?
¿Qué pensarían ustedes, señores y señoras, si además de que su hija desapareciera y amaneciera asesinada, mutilada, violada, las autoridades le dijeran que vivía una doble vida, que ella se lo buscó, que finalmente era una prostituta, y le demostraran paso por paso que no valía nada y que su muerte tampoco importa nada?
Nunca el manejo de la información en los medios ha sido tan cruel como en el caso de las muertas de Juárez. La actitud de las autoridades no sólo es de indiferencia, sino denigrante para las muertas y para las familias, como si las mujeres no fueran seres humanos. "Yo tengo un hijo y sentiría horrible que algo le pasara y sentiría más horrible aún que la gente viniera a decirme que mi hijo tenía 'doble vida' o que estaba 'mal de la cabeza', me dijo Rohry Benítez, quien ha destacado como gran defensora de las muertas. El gobernador de Chihuahua fue aún más lejos al declarar que las jóvenes "no iban precisamente a misa".



Ciudad Juárez, matadero de mujeres/ III (Elena Poniatowksa)

(Publicado en La Jornada el 28 noviembre de 2002)
Entre 1993 y 1998 fueron asesinadas 137 mujeres, y en 1999 las muertas fueron 15 muchachas de familia, que en promedio tenían 15, 16, 17 años. Muchas de ellas eran estudiantes, además de trabajar en maquiladoras, zapaterías, farmacias, o eran secretarias, edecanes, telefonistas, recepcionistas, etcétera. Ahora son 300 las mujeres asesinadas, y 500, desaparecidas. Lo único que las caracterizaba es que eran de escasos recursos, la mayoría del interior de la República, que buscaron en Ciudad Juárez un mejor nivel de vida.
Rohry Benítez (quien escribió un primer libro, con sus indignadas compañeras Adriana Gandía, Guadalupe de la Mora y Josefina Rodríguez) entró en contacto con los familiares, que habían conformado agrupaciones como Nuestras Hijas de Regreso a Casa, 8 de Marzo -entre otras-, una asociación de mujeres que presiona a las autoridades y a la policía desde 1995, cuya sede principal está en el Distrito Federal, pero tiene filiales en la frontera como Católicas por el Derecho a Decidir. Algunos miembros de estas ONG son padres de niñas de 10 años hoy desaparecidas. Uno de los últimos casos, en 1999, fue el de una niña de 13 años, violada y asesinada. Al hablar de ella, los periódicos de Ciudad Juárez escribieron: "la mujer". Dos semanas después el mismo diario difundió que un niño había sido asesinado por un médico negligente en el Seguro Social, y a él lo llamaron "el niño", pero a ella, por violada, la llamaron "la mujer".
El Diario y El Norte de Juárez, dos de los periódicos de Ciudad Juárez, confinaban el caso de las asesinadas y desaparecidas a la nota roja y a la publicación de fotografías muy agresivas, amarillistas, en primera plana. Ponían en la portada un tacón rojo, dando la imagen de que las mujeres eran prostitutas. En vez de sensibilizar a los lectores, los artículos reforzaban la creencia de que las mujeres son basura, llevan una "doble vida" y, por lo tanto, están expuestas a que las maten. El ex gobernador de Chihuahua Francisco Barrio jamás habló con respeto de las asesinadas ni rindió una sola cuenta a los atribulados familiares.
Las madres de familia han sido las más afectadas e indignadas, y se han encargado de replicar que sus hijas eran trabajadoras y que inclusive muchas de ellas estudiaban. Sin embargo, se les dijo que no, que aparte de estudiar o trabajar, sus hijas llevaban otra vida: la de la calle, y no les decían la verdad. Todo ello creó un clima espantoso en contra de las muertas. Con mucha dignidad las madres de familia respondieron: "Estamos conscientes de que algunas mujeres incluidas en la lista de asesinadas o desaparecidas trabajaban en bares, y tal vez se dedicaban a la prostitución, pero no tenían por qué ser victimadas como lo han sido".
A partir de 1995 el ex gobernador Francisco Barrio difundió la versión de "mala conducta" de las asesinadas, con el claro objetivo de decir: "las responsables son ellas, por llevar esa vida", y en vez de esclarecer los crímenes el gobierno gastó millones de pesos en publicar planas enteras denunciando la supuesta doble vida de las muertas. En lugar de dar curso a las investigaciones, el gobierno hizo campañas publicitarias sin ton ni son: "Súbete a tu carro rápidamente", "Trae las llaves de tu carro siempre a la mano", "Vomita encima del que intente violarte", "Lleva un silbato en la mano", "No te aventures en zonas solitarias", consejos insultantes, ya que las mujeres que trabajan en maquiladoras no tienen automóvil, ni llaves, ni posibilidades económicas, ni pueden defenderse arrojando un gas lacrimógeno a los ojos del agresor. El resultado de esas campañas fue aterrador. En las discusiones matrimoniales, el marido enojado solía amenazar: "Si no obedeces, te aviento en el desierto" o "Ya sabes lo que te espera: el desierto", y empezaron a circular unos llaveros acojinados de plástico rosa: pezones de mujer.
Es cierto, Ciudad Juárez tiene una vida nocturna (sórdida en muchos casos, y alimentada por cuarteles de soldados estadunidenses que vienen en busca de una buena parranda), hay tráfico de droga, night-clubs, bares, cantinas, prostíbulos, antros de perdición, hoteles de paso, etcétera.
Como lo informa Sergio González Rodríguez, las muchachas han sido encontradas en terrenos despoblados: estranguladas y algunas de ellas calcinadas. Rohry Benítez y sus compañeras documentaron, de 1993 a 1998, 137 casos de muchachas enterradas en el polvo, hoy un desierto cubierto de cruces.
Al igual que la película de Lourdes Portillo, Huesos en el desierto es esencial no sólo porque es un extraordinario, estrujante documento, sino porque rescata el modo de vida de algunas mujeres, que además de asesinadas han sido vilipendiadas. Murieron inútilmente, cuando tenían derecho a la vida y querían vivir y reían como las vemos reír y sonreír en fotografía y en el filme Señorita extraviada. En cambio, fueron torturadas de la manera más bestial por el solo hecho de ser mujeres sin recursos que luchaban por la vida. Mutiladas, violadas, acuchilladas, estranguladas. Hay huellas que prueban que las torturaron antes de matarlas. Algunas llevaban un diario, acostumbraban escribir lo que les pasaba, como en el dramático caso de Eréndira, de 15 años, quien dejó consignado en su escrito desde lo que le gustaba comer hasta lo que quería llegar a ser un día. De otras estamos enterados por la voz de sus madres o de sus hermanas, que recuerdan sus anhelos, su entereza. Una niña de 13 años denunció a El Tolteca, de la banda de Los Ruteros, quien la atacó sexualmente y la tiró en el desierto creyendo que la había estrangulado, pero ella sobrevivió y lo denunció.
Las películas de Lourdes Portillo y de Cristina Michaus se complementan hoy con la investigación de Sergio González Rodríguez. Estas dos películas reviven a las muertas de alguna manera y nos muestran a mujeres casi niñas que tenían una gran alegría de vivir y fueron importantes no sólo para su familia, sino para nosotros, para la sociedad.
"Las mujeres no valen nada, puede matarlas cualquiera", concluyen las autoridades, como corrobora el libro Huesos en el desierto. Como un kleenex, un vaso de plástico de usar y tirar, un plato desechable, la vida de 300 muchachas se ha ido por el caño. Estas jovencitas no eran basura: estudiaban, tenían esperanza, amigos, novio; una de ellas enseñaba catecismo, otra a reconocer las letras a parvulitos, y ahora que han muerto no se da ningún valor a lo que fueron cuando tenían vida. Al contrario, las autoridades parecen decir: "Se lo buscaron".
El 2 de noviembre, Día de Muertos, María Luisa Moncayo recordó en el Hemiciclo a Juárez a Digna Ochoa y a las mujeres de Juárez. Pidió que se hiciera justicia a las 500 desaparecidas y se indemnizara a los parientes de las 300 asesinadas, que en muchos casos mantenían a su familia. "El cinismo de las autoridades no tiene fin", "Ni una más", "Sadismo sexual", "320 asesinatos, 95 de ellos seriales", rezaban las pancartas.
Como dije al principio, los intelectuales, salvo escasas y honrosas excepciones, no suelen preocuparse, ni mucho menos tratar temas escabrosos. Los derechos humanos son prioridad de Amnistía Internacional y de otros organismos, no de individuos enmarcados por el bastidor de la literatura. Sólo José Revueltas se pasó la vida en la cárcel por defender a sus congéneres. Sergio González Rodríguez lo hizo por un imperativo moral y su libro Huesos en el desierto habla bien de él no sólo porque es un buen texto, sino porque nos muestra a un hombre para quien la condición humana tiene el valor que hizo de André Malraux un gran escritor y un ser humano excepcional.

“Recordando a las hermanas Mirabal” por Carolina García


(Publicado en El País el 12 de noviembre de 2012)

El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal, activistas y opositoras al dictador Trujillo, eran asesinadas en República Dominicana. En el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en 1981 se decidió recordarlas cada 25 de noviembre, instaurando la fecha como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
30 años después, el feminicidio sigue siendo un problema global que se da en todas las sociedades sin distinción, amparado por un sistema que establece relaciones de subordinación, explotando a las mujeres y tratándolas como seres inferiores. En el mundo mueren más mujeres entre 15 y 44 años víctimas de violencia que de cáncer o en accidente de tráfico. Sin embargo, todavía nos cuesta reconocer la gravedad del problema y muchas de las muertes, agresiones, acosos, etc permanecen en la impunidad. La violencia que ocurre “de puertas hacia dentro”, sigue normalizada por parte de la sociedad (aquí y en otros países), que la ve como algo que debe resolverse en privado.
Hoy, la igualdad de género y la lucha contra la violencia no está tan presente en las agendas de los gobiernos, que han reducido su apoyo a organismos internacionales y organizaciones y redes de mujeres. Las prioridades han cambiado, y la violencia contra las mujeres sólo lo es cuando se acerca el 25 de noviembre.  Al descenso de los recursos se une un potente resurgir de posturas conservadoras, machistas y patriarcales, que intentan frenar las libertades conquistadas y recuperar el control sobre los cuerpos, las decisiones y las vidas de las mujeres.
¿Decisión política o consecuencia de la crisis? La realidad es que se evaporan los compromisos con los derechos de las mujeres y se aplica la tijera en presupuestos para la prevención, la atención y el empoderamiento. Atrás quedan los tiempos de un verdadero compromiso ya que hace tan sólo dos años, la cooperación española era el segundo mayor donante mundial en este sector.
Durante ese periodo, la mayoría de los recursos (más de 190 millones de euros) se destinaron a América Latina. Esta apuesta, sumada al trabajo valiente de organizaciones feministas y de mujeres latinoamericanas, ha producido resultados muy positivos en la región andina: A finales de 2011 Perú introdujo expresamente el delito de feminicidio en su Código Penal. Un avance que ha tenido efecto espejo en otros países de la región, como Bolivia y Ecuador, donde el contexto político y social es favorable a la tipificación del feminicidio.
Tradicionalmente Europa se ha sentido orgullosa de exportar a otros países su modelo de derechos. Hoy los roles están cambiando, y mientras aquí se retrocede en derechos y libertades fundamentales, los avances legales en estos países se convierten en un ejemplo a seguir. 
Sin embargo, estos avances también están en riesgo. En el caso español, el recorte del 70% en cooperación y que los programas de género ya no sean prioritarios, pueden echar por tierra recursos y trabajo invertido, frenando los avances más positivos que se han dado en décadas. Además de la cuestión de la “eficacia” -de la que tanto nos gusta hablar en desarrollo- esto también puede tener consecuencias muy graves para miles de mujeres, allí y aquí, ya que este problema global requiere de un esfuerzo conjunto para afrontarlo.
Por todo eso es necesario continuar apoyando los esfuerzos y demandas de la  sociedad civil, porque el trabajo no acaba con la tipificación del feminicidio. Pero es un paso más, una batalla ganada que nos debe animar a seguir luchando, dentro y fuera de nuestras fronteras, por el cumplimiento de los derechos de las mujeres y logro del derecho a una vida libre de violencia.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Así es la vida (Cristina Peri Rossi)


En un lugar de La Mancha había una gasolinera, perdida en medio de la inmensidad como una mora en el desierto. No hubiera reparado en ella (le gustaba conducir adormecido, con la grata sensación de estar todavía en el útero materno) si no fuera porque el coche comenzó a derrapar. “Carajo –pensó-, los dos estamos viejos y cansados. Algún día tenía que ocurrir. Se irá muriendo por el camino, igual que yo”. El hombre de la gasolinera, rudo, parco, cetrino, le dijo que el coche no estaría arreglado hasta el otro día. Que eligiera. O lo dejaba o llamaba para que lo vinieran a buscar. Hacía varios meses que no pagaba el seguro. Problemas de liquidez, como dicen los periodistas económicos y la gente en bancarrota. Curiosa palabra. La banca está rota. A veces, jugando al bacará, había hecho de banca. Siempre se había declarado en quiebra, al final. El sueño de ganarle a la banca termina con el soñador pelado, arruinado, hecho polvo. Polvo serás y al polvo volverás. A propósito, ¿cuánto hacía que no echaba un polvo? Meses. O un año, quizás. Le preguntó al de la gasolinera –rudo, parco, cetrino– si había algún sitio para pasar la noche. Era el crepúsculo, ese largo crepúsculo luminoso y rosado de agosto, en La Mancha, no conocía el lugar, nunca se había detenido para nada, ni siquiera para mear, había atravesado la carretera como en sueños, mecido por las ruedas del coche como por una nana y prefería esperar hasta mañana, cuando el tipo de la gasolinera –rudo, parco, cetrino– le devolviera el coche, su cuna. “Al lado del after hours hay un hotel”, le indicó, lacónico, señalando una mota marrón a lo lejos. Divisó, perdida entre campos amarillos, una construcción achaparrada, cubierta por un toldo morado y con una penosa guirnalda de bombillas de colores con la A alta y luminosa. Le pareció un fotograma de Will Wenders, ese alemán enamorado de Estados Unidos (uno siempre se enamora del país y de la mujer ajenos). “De los paisajes no se come, cabrón”, murmuró. Siempre había tenido vagas ensoñaciones artísticas, es decir, era un iluso. Por eso a los cincuenta años no tenía ni casa propia, ni mujer (ella se había divorciado y no podía decir que no la comprendiera) ni un buen empleo. Aunque a su edad no había buenos empleos, salvo la política, que detestaba, o las mafias, y era demasiado individualista para pertenecer a una. También había tenido dos hijos, pero los hijos son de criar y de tirar. Uno estaba en Washington, le parecía, haciendo un master de algo, y el otro, el favorito de su mujer, holgazaneaba con techo y comida gratis, sin necesidad de ir al burdel, porque las chicas venían a casa.

A la puerta del after un macizo le cobró la entrada y le estampó un sello en la mano, como si fuera un preso. Dentro había poca gente, era demasiado temprano. Y poca luz, como siempre. Algún camionero tomando cerveza, una cubana de buen trasero, tres tipos jóvenes con pinta de despedida de soltero y una rubita muy guapetona y pintarrajeada, nacionalidad imprecisa, un aro de latón colgando del ombligo. Se acodó a la barra y pidió un whisky, vaya a saber qué mierda hay dentro de la botella, y ahora meten la música, me han visto cara de cliente. En el techo, un par de bolas psicodélicas giraban como planetas borrachos. Y la música empezaba a entrar por el cuerpo, como una serpiente. La rubita sacó a bailar a dos de los jóvenes, emparedada, como un sandwiche, cómo movía las tetas y el culito. No le interesaba mirar. “¿Cómo va el negocio?”, fue la inoportuna pregunta que le hizo al de la barra, quien después de observarlo como a un imbécil, le dijo: “Como la vida misma”. Se rió. Pensó que era la primera vez que se reía en todo el viaje, y era, justamente, en un after hours perdido en La Mancha. Se zambulló en el whisky como en una piscina, en el preciso momento en que se abrió una puerta, entre el fondo y la barra, y apareció una eslava alta, flaca, con una intensa melena rubia y la piel más blanca del mundo. “Completito, el after –pensó–, para todos los gustos”. Él prefería a las rubias. Y la caída del comunismo había traído, entre otras cosas, una enorme cantidad de rubias de ojos claros, dulces y dóciles, con una secreta nostalgia en la mirada. Esto se le ocurrió en el momento en que ella se le acercó. No había elección posible: el camionero que bebía cerveza acababa de ligar con la cubana (tal para cual, pensó), la monina del aro en el ombligo se las ingeniaba con tres; sólo quedaba él y su whisky, al principio de una noche del mes de agosto que no parecía muy floreciente. Se sentó a su lado en uno de esos bancos redondos de patas de metal y asiento rojo, él le pidió un whisky. “Así es la vida”, comentó, sin tener la menor idea de qué quería decir. “¿Cómo te llamas?” le preguntó. “Nadia”, dijo ella. ¿Dijo Nadia o dijo Nadie? Una prueba irrefutable del triunfo del Mal sobre el Bien, que se había producido en los comienzos de la Historia, era la Torre de Babel. Si se llamaba Nadia, debía de ser rumana, como la Comaneci, que no paró de ganar medallas durante el comunismo; pero si había dicho Nadie, quizás era un mensaje cifrado, la confesión de su estado existencial: sola, sin papeles, en manos de una mafia rusa que la explotaba. Así es la vida. “Comaneci, Comaneci”, le dijo él, intentando establecer un puente. Ella no dio señales de comprender, pero dirigió rápidamente su manita blanca, de forzosas uñas color lila, a su bragueta. No tenía tiempo que perder. A polvo cada treinta minutos, señores, así es el negocio y la democracia. Él retiró la mano con crispación. “Deja mi bragueta en paz”, le dijo. Si no sabía quién era la Comaneci (de la cual había estado enamorado secretamente en su infancia) ya habría aprendido qué era una bragueta en boca propia. Así era la vida. Un frenesí, había dicho un santo o un poeta, con dos whiskys de pésima calidad cualquier poeta era un santo o viceversa. No pareció muy desconcertada. No todos los hombres empezaban por el mismo lugar, aunque siempre terminaban por el mismo. “¿Quieres bailar?” dijo la eslava, complaciente, y él hizo un gesto negativo con la cabeza. En realidad, tenía ganas de mirarla. Era hermosa. Una belleza algo lánguida, sin perversión, con un toque de elegancia natural cuyo origen debía estar en el pasado. “¿Bucaresti?” le preguntó. Dijo que no con la cabeza. “¿Costanza?”. Sonrió, festiva y afirmativamente. Nunca había estado en Costanza, pero se prometió que iría. Necesitaba un estímulo para viajar. Pidió el tercer whisky con un poco de recelo. Se sentía más animado, pero sabía que era por el alcohol. Tenía mala bebida: al tercer whisky, quería a todo el mundo, en primer lugar, a sus enemigos. Como a otros les daba por la agresividad, a él, la bebida, le daba por el cariño indiscriminado. Pero ¿qué hay de malo en un poco de cariño que no se merece? A ver, a ver, díganme ustedes qué tiene de malo sentir, de pronto, una inmensa simpatía, una gran piedad por esta rumanita dulce, de ojos azules y cabellos rubios que nació en Costanza, está en poder de una mafia rusa, quiere meterle mano en la bragueta pero él, muy dignamente, la rechaza, qué tiene de malo sentir simpatía por el gordo de la barra con cara de morsa, recordar con afecto a su querida ex esposa adicta a los hijos y a la televisión, y sentir mucha ternura por esos tres jóvenes desconocidos dispuestos a tirarse a la chica del aro del ombligo por la módica suma de diez euros el polvo más la consumición? Cuando bebía, se ponía muy generoso. No sólo el mundo le parecía maravilloso, a pesar del desempleo, de los accidentes en las carreteras, del terrorismo, del fracaso del comunismo, de su matrimonio y del cine europeo, sino que quería pagar todo: las bebidas, las comidas, el papel higiénico, las putas, las no putas, el arreglo del auto, dar dinero a todas las oenegés y entregar sus ropas a los menesterosos. Él era así, de modo que al tercer whisky se empeñó en hacerle escuchar a la rumanita La Internacional, que era la música que tenía en el móvil. Inútil. La rumanita debía haber nacido después de la caída del muro de Berlín o carecía de oído, porque no la reconoció. En cambio, le dijo: “Yo tengo lugar donde ir”, lo cual le pareció una propuesta interesante, siempre y cuando dejara su bragueta tranquila, porque él era un cincuentón con principios, no uno de esos cerdos que van a cualquier puticlub a levantar rumanas sin papeles. El lugar no estaba lejos y era un cuchitril inmundo e insano, pero él ya se había tomado el cuarto whisky, con lo cual fue capaz de encontrarlo sencillamente íntimo. Así es la vida. Un poco de alcohol, una rayita, y lo que se siente y se piensa se convierte en otra cosa. Se echaron sobre la cama en el momento preciso en que él quiso preguntarle por qué sus hermosos ojos azules tenían una vaga sensación de nostalgia, cosa que no supo decir en rumano, pero se dio cuenta de que ella lo comprendía. Lo comprendía porque de pronto lo empezó a mirar con más tristeza, si cabe, como si necesitara mucha ayuda, traficantes hijosdeputa, qué le habrán contado, España país de sol, playa, faralaes, bailaoras por todas partes, dinero a manta, hombres dispuestos a casarse, a ponerte una casita con mueblecitos, lavadoritas, cocinitas y a polvo diario, sólo un polvo, ni uno más, te lo prometo, cásate conmigo, cásate conmigo, nos iremos juntos de este maldito after hours, de esta maldita carretera con molinos eólicos y gasolineras como manchas de mora, nos iremos a Costanza, allí donde naciste y escucharemos La Internacional y no tendrás tristeza en la mirada, iremos al lago, no más hombres en tu vida, no más bájate las bragas, chúpame la polla, yo estudiaré rumano y tú aprenderás inglés, te lo prometo.

Debían tener micrófonos en el cuchitril, porque le dieron una paliza fenomenal y lo depositaron, con dos costillas rotas y la cara hecha un flan en la gasolinera, advirtiéndole que no se le ocurriera avisar a la policía, ni buscar a la eslavita, ni llamar por el móvil, que se llevaron consigo. Mientras se alejaban y él intentaba parar la sangre de su nariz, escuchó los compases de La Internacional.

Otra ganadería es posible (Carmelo Ruiz Marrero)

 
(Publicado el 13 de agosto de 2013 en Haciendo Punto en Otro Blog)

Se puede hacer ganadería en armonía con el ambiente, y con prácticas que son perfectamente aplicables al ambiente caribeño.


La separación entre la ganadería y la agricultura ha sido uno de los peores desastres agropecuarios de América Latina. Los animales domésticos son parte esencial de la producción agrícola pues el estiércol que producen es indispensable para la fertilidad de los cultivos. Al separarse la agricultura de la ganadería las siembras se quedaron sin su fuente principal de fertilizante natural, y la ganadería sin agricultura ha obligado al ganadero a alimentar los animales con insumos externos, los cuales vienen de grandes distancias. Y encima de eso, el estiércol pasa a ser un desperdicio y un problema ambiental y de salud pública.


La ganadería, como actividad especializada separada de la agricultura, se convirtió así en motor de deforestación y destructor de la biodiversidad, asociada a latifundios que concentran las tierras en pocas manos y perpetúan el hambre y la pobreza rural, procesos observados a lo largo de la historia latinoamericana. Inclusive en indicadores económicos como la productividad por área y por animal y creación de empleos, el modelo ganadero convencional queda muy mal parado. 


Informa la reportera ambiental Tracy L. Barnett:


“Los ganaderos han despejado millones de hectáreas de selva tropical y bosques secos tropicales para crear pastizales para el ganado, liberando así incontables toneladas de carbono a la atmósfera... causando olas de sequías y erosión, eliminando el hábitat de vida silvestre y degradando los ríos que fluyen a través de ellos. Cerca del 27% del suelo colombiano es utilizado ahora para la producción de ganado y la deforestación continúa a una agresiva tasa de 300,000 hectáreas por año, de acuerdo con un artículo escrito por (Alicia) Calle y otros autores, publicado en la prestigiosa revista Forest Ecology and Management.


La crianza de ganado convencional requiere la aplicación de 100 a 800 kilogramos de úrea por hectárea al año, un fertilizante importado de alto costo basado en combustibles fósiles que contamina las cuencas regionales, degradando así, la calidad del agua y suprimiendo la población de peces. Los bosques tropicales que una vez se extendieron a lo largo y ancho del Valle del Cauca (Colombia) fueron tumbados hace más de un siglo y muchas hectáreas fueron convertidas en ranchos de crianza de ganado. Desde ese entonces, el negocio más lucrativo del azúcar ha suplantado la mayoría de las granjas de ganado, causando así un impacto ambiental aún mayor por el uso extendido de herbicidas y pesticidas.”
 
 
Es la ganadería necesariamente un enemigo de la biodiversidad y la protección ambiental? La ciencia de la agroecología no rechaza la ganadería, sino que busca reintegrarla a la agricultura en sistemas eco-eficientes. Mediante la innovadora propuesta de sistemas intensivos silvopastoriles, la ganadería en áreas tropicales sí puede aportar beneficios ambientales considerables, incluyendo la conservación de la biodiversidad. Tales sistemas, ya puestos en práctica en Colombia y otros países, tienen beneficios comprobados no sólo ambientales sino también productivos.


Estos sistemas combinan en el mismo espacio animales junto con hierbas de forraje y árboles. La operación de éstos se fundamenta sobre cuatro principios: 1) incrementar la biomasa vegetal y biodiversidad, 2) detener la degradación de los suelos y promover su rehabilitación, 3) protección y uso racional de fuentes de agua y 4) aumentar la productividad animal por hectárea.


Los beneficios de los sistemas silvopastoriles son numerosos. Ofrecen variados servicios ambientales, como secuestro de carbono, retención de suelos y agua- lo cual protege cuencas hidrográficas-, flores que benefician polinizadores, y además sirven de corredores de vida silvestre. La presencia de árboles ayuda a mantener y mejorar la fertilidad de los suelos y contrarresta su compactación, fija nitrógeno, y ayuda a recargar los nutrientes en el suelo. Beneficios económicos incluyen la producción de madera, productos medicinales, forraje para animales, resinas, aceites esenciales, miel, y frutas, semillas y vainas que además de alimentar gente también nutren al ganado y la vida silvestre.


Hay que aclarar el uso de la palabra “intensivo”. No es intensivo en el sentido agroindustrial, sino que se refiere a la eficiencia de procesos biológicos como fotosíntesis y fijación de nitrógeno.


El tratamiento ético de los animales de la finca es un factor central en esta nueva ganadería ecológica. Dado que la agroecología es un enfoque que atiende aspectos sociales, culturales y económicos del agro, ésta es útil para emprender un acercamiento al tratamiento de los animales de la finca desde la ética. Uno de los principales referentes latinoamericanos en este campo es el científico cubano Roberto García Trujillo, de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica. En su libro Los Animales en los Sistemas Agroecológicos, publicado en 1996, plantea que  “la concepción agroecológica del manejo de los animales de granja, no sólo incluye los puntos de vista productivos y económicos, sino también los de bienestar animal, necesidades, libertades y ética.


García Trujillo deja claro que las consideraciones éticas en el trato de animales no se riñen con los criterios de productividad:  “Hoy día se demuestra cada vez más que un manejo y alojamiento de los animales que permita su bienestar no sólo nos hace más humanos, sino que se pueden lograr mejoras productivas y económicas importantes.”


Estos sistemas intensivos, ecológicos y éticos ya son una realidad. Tenemos el ejemplo de la reserva natural El Hatico en el valle del Cauca en Colombia, la cual tuve el gran privilegio de visitar hace unos meses como parte de un contingente de estudiantes de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). Hasta 1970 era un típico rancho convencional con uso intensivo de agroquímicos, poca cubierta de árboles y poca densidad de animales por área. Tras una transformación agroecológica en un sistema intensivo silvopastoril, el Hatico es ahora una operación rentable con 70 especies de árbol que ha aumentado su producción de leche y eliminado el uso de fertilizantes*. Esta finca, que cuenta con la asesoría profesional de la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), además ha resultado ser muy resiliente ante inclemencias del tiempo relacionadas al cambio global, como fue el caso de la sequía descomunal en un período de oscilación de El Niño.


Y, Por qué no se ha implementado esta propuesta de manera masiva? Hay dos obstáculos primarios que han impedido su difusión. El primero es la falta de capital, los costos iniciales de implementación de estos sistemas son sustanciales, va a contrapelo de la visión convencional de que la ganadería es una actividad de baja inversión. El segundo obstáculo es de conocimiento. La complejidad técnica de los sistemas silvopastoriles intensivos requiere de conocimientos especializados que no son comunes entre profesionales del agro.


Los conceptos y técnicas de esta nueva ganadería se podrían emplear en Puerto Rico, para beneficio de la protección ambiental, la creación de empleos y la seguridad alimentaria.



Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental puertorriqueño. Tiene una maestría en ecología social de Goddard College y es catedrático del Instituto de Ecología Social. Su cuenta Twitter es @carmeloruiz


La Vía Campesina (Plataforma Rural)


 
¿Qué es la Vía Campesina?

La Vía Campesina es un movimiento internacional de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales, indígenas, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas. Defendemos los valores y los intereses básicos de nuestros miembros. Somos un movimiento autónomo, plural, multicultural, independiente, sin ninguna afiliación política, económica o de otro tipo. Las 148 organizaciones que forman la Vía Campesina vienen de 69 países de Asia, África, Europa y el continente Americano.


¿Cuál es su objetivo?

Desarrollar la solidaridad, la unidad en la diversidad entre las organizaciones miembros para promover las relaciones económicas de igualdad, de paridad de género, de justicia social, la preservación y conquista de la tierra, del agua, de las semillas y otros recursos naturales; la soberanía alimentaria; la producción agrícola sostenible y una igualdad basada en la producción a pequeña y mediana escala.


¿Qué es lo que defendemos?

·         El modelo campesino de producción de alimentos sanos

La Vía Campesina promueve un modelo campesino basado en la agricultura y en la producción sustentable, con recursos locales, en armonía con la cultura y las tradiciones locales. Los productores y las productoras usamos la experiencia acumulada y el conocimiento de nuestros recursos, obtenemos la óptima cantidad y la mejor calidad de alimentos con muy pocos insumos externos. Nuestra producción es principalmente para consumo familiar, para la venta en los mercados locales y naciones, y el excedente a los mercados solidarios.

·         La Soberanía Alimentaria de los pueblos

La Soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, los países y las uniones de estados, a definir sus políticas agropecuarias y de producción de alimentos sin imponer el 'dumping' a terceros países. Soberanía alimentaria es organizar la producción y el consumo de alimentos de acuerdo a las necesidades de las comunidades locales otorgando prioridad a la producción y el consumo locales domésticos. Soberanía Alimentaria, incluye el derecho de proteger y regular su producción nacional agrícola y ganadera, así como a proteger sus mercados domésticos del dumping de los excedentes agrícolas y de las importaciones a bajos precios de otros países. Campesinos, sin tierra, productores rurales deben tener acceso a tierra, agua, semillas y recursos productivos y servicios públicos adecuados. La Soberanía Alimentaria y la sustentabilidad son elementos altamente prioritarios antes las políticas de comercio.

·         La descentralización de la producción de alimentos y las cadenas de distribución

El modelo dominante de las grandes compañías de agro negocios industriales han planeado deliberadamente la dominación de la agricultura y toda la cadena de distribución y producción de la agricultura. Este modelo explota a los trabajadores, concentra el poder económico y político, acaba con los recursos naturales y el medio ambiente y afecta la salud de todos los seres vivos. La Vía Campesina promueve un modelo descentralizado donde la producción, el procesamiento, la distribución y el consumo están bajo el control de las comunidades mismas y no por las compañías trasnacionales

“Una nueva vida en el tren de la muerte” por Valeria Perasso


 
(Publicado en BBC Mundo, L.A el 24 de octubre de 2011)
 
La Bestia lleva sobre su "lomo" a miles de personas por día: es el tren que usan los migrantes indocumentados centroamericanos para cruzar el territorio mexicano como paso obligado hacia Estados Unidos.

En este viaje por naturaleza clandestino, es difícil saber con precisión cuántos sin papeles se arriesgan a montar el llamado "tren de la muerte": sólo en un mes de 2010, México detuvo a 1.500 de ellos, la mayoría provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras.

Y esos son los que no lo logran: muchos otros, cambiando entre 10 y 15 formaciones de carga en un trayecto que puede demorar varios meses, encuentran en el ferrocarril su camino de salida de América Latina. Después, los espera la custodiada frontera estadounidense, el último obstáculo para llegar a la tierra del "sueño americano".

Pero es la travesía misma por México la que ha captado la atención de organismos internacionales y de derechos humanos, que denuncian las violaciones de las que son objeto los migrantes en tránsito, sobre todo en los estados sureños de Chiapas y Oaxaca.

Frontera sur

El director de cine Pedro Ultreras, mexicano residente en Estados Unidos, decidió retratarlo en su documental "La Bestia", para lo que debió montarse al tren como tantos otros.

"Sufrí también los abusos de las autoridades, aún con la ventaja de que yo podía irme a mi casa en cualquier momento. Me acusaron de invasión a la propiedad privada federal, me interrogaron, me trataron con el típico juego psicológico con que intimidan a la gente", relató el cineasta a BBC Mundo en Los Ángeles.

Pero, ¿cómo es la vida a bordo de La Bestia? La odisea comienza en la frontera sur de México con Guatemala, donde muchos cruzan el río Suchate por balsa y luego caminan casi 300 kilómetros hasta montar el primer tren, que en el pasado llegaba a la fronteriza ciudad de Hidalgo hasta que un temporal, en 2005, arruinó la infraestructura.

Entre techos y vagones

Luego, durante semanas, los migrantes pasarán de tren a tren, subiendo en movimiento y buscando su rincón sobre los techos o entre los vagones.

Muchos hacen alto en los albergues apostados sobre la ruta, donde voluntarios y sacerdotes los alojan un par de días hasta que recuperan fuerzas y les reparan las suelas de los zapatos destrozadas por la caminata en el monte.

Otros, en cambio, prefieren dormir junto a las vías porque temen perderse el paso del próximo convoy: cada día cuenta en una travesía en la que no llevan más que lo puesto y el hambre hace mella conforme pasan los kilómetros.

Los peligros los acompañan, sobre los vagones y en las paradas en medio de la nada: desde ataques de abejas en la selva chiapaneca a asaltos a punta de metralleta o machete.

"Somos el tiro al blanco de todo, sufrimos frío, hambre, lluvias. Es el tren de la muerte propiamente", dijo Juan Matamoros, un hondureño a quien Ultreras encontró en el camino.

"En el camino hay muchos polleros y asaltantes y por eso, para uno que ya ha pasado, no viene mal echarle la mano a un amigo", señaló José Guillén, un guatemalteco que montó La Bestia más de una vez y destaca la solidaridad entre los centroamericanos en tránsito.

En México, por donde transitan sin la visa requerida, la amenaza de los maleantes supera al temor por posibles controles migratorios.

"Me robaron todo… me metieron la pistola en la boca, me decían que la mordiera para que viera que era de verdad. No tuvieron compasión de nada", relató el hondureño José Guardado, quien perdió una mano en un intento de cruce anterior y quería llegar a Estados Unidos para que le pusieran una prótesis.

A mitad de camino

Eva García Suazo vio truncada su travesía, no por el miedo o por los asaltos sino por el mismo tren: perdió el equilibrio y las ruedas metálicas se devoraron sus dos piernas.

"Me quedé solita, tirada ahí en el puro monte a las 2 de la mañana… Cuando me rescataron, estaba inconsciente. El doctor me dijo que de milagro había sobrevivido porque ya había botado toda la sangre", relató la mujer, alojada en un albergue tras el accidente.

Algunos migrantes mueren al caer del tren en marcha, cuando los vence el sueño sobre los techos. Otros llegan al final del camino y esperan por meses juntar el dinero para pagarle a un coyote que los haga pasar la frontera. Muchos son deportados, otros simplemente desaparecen sin dejar rastro.

Del grupo retratado por el director Ultreras, sólo la salvadoreña Alicia Rivera hoy cuenta su historia desde Estados Unidos.

"Siempre dije: 'es difícil, pero no imposible'. Dije que no me iba a morir sin venir, ahora sólo digo: 'lo que Dios quiera'", expresa desde Los Ángeles, donde llegó después de tres meses de viaje. Aunque no tiene empleo fijo, volver a El Salvador no es para ella una opción en el corto plazo.

Más grave

Desde que Ultreras filmó su documental, en 2008, las cosas se han puesto peores en territorio del Tren la Muerte. Los secuestros de migrantes se han multiplicado: hace más de un año, México registró la que se considera la peor matanza de inmigrantes en la historia reciente, en la que se hallaron los cuerpos de 72 sin papeles en el estado de Tamaulipas.

"Ya no sólo los asaltan y golpean, sino que los secuestran para pedir rescate a sus familias o para reclutarlos para carteles del narcotráfico u organizaciones delictivas", señala Ultreras.

Las autoridades mexicanas señalaron que el flujo de indocumentados centroamericanos se redujo tras la masacre de Tamaulipas, pero luego ha vuelto a recuperar su caudal.

Según estadísticas de Amnistía Internacional, 10.000 inmigrantes fueron secuestrados en sólo seis meses de 2010. La Comisión Nacional de Derechos Humanos de México estima que más de 50 indocumentados desaparecen a diario, aunque sólo queden registrados poco más de 200 de estos casos al año.