El pasado 17
de noviembre el EZLN cumplió 30 años de existencia como grupo guerrillero cuyo
origen son las Fuerzas de Liberación Nacional creadas en 1969 por los hermanos
regiomontanos César y Fernando Yáñez Muñoz.
Desde entonces
a la fecha esta agrupación armada ha tenido momentos importantes en su
evolución: se transforma en Ejército después de su llegada a Chiapas en 1983,
con la idea de derrocar al gobierno e instaurar otro; y se convierte en
movimiento social en 1994 sin pretensiones de tomar el poder tras presentarse
públicamente y declararle la guerra al Estado mexicano.
Paradójicamente,
o mejor dicho, de manera surrealista, el zapatismo ahora es una
“antiguerrilla”, que como dice el sociólogo francés Yvon Le Bot, en su último
libro, La Gran Revuelta Indígena, responde más a un movimiento social indígena
que a la guerrilla clásica.
Durante estos
años, 24 como organización clandestina y 20 públicamente como EZLN, este grupo
ha sobrevivido a los cambios ideológicos y políticos, adaptándose con
extraordinaria capacidad a los tiempos actuales. Si en algún momento se formó y
estructuró como un grupo guerrillero de mestizos (obreros, estudiantes,
intelectuales, sindicalistas, profesores, etc.) que impulsaba el cambio a
través de las armas, hoy es uno de los movimientos sociales indígenas que más
ha influido en los grupos antisistémicos del mundo y en las organizaciones y
pueblos indígenas de México y América Latina.
Si bien falta
mucho por saber de la historia del EZLN y de sus personajes principales, hay
algunos elementos sustanciales que lo han caracterizado a lo largo de sus 44
años de vida. Esto es, desde que se hizo llamar: Fuerzas de Liberación
Nacional. Aunque parezca tautológico, se trata de una organización clandestina
con estructura militar que sigue funcionando como tal a pesar del perfil de
movimiento social que ha tomado desde que se declaró el cese al fuego el 12 de
enero de 1994. De ahí es que se puede señalar que la frase “mandar obedeciendo”
sólo sea una declaración del subcomandante Marcos pues en realidad las órdenes
se siguen dando con una jerarquía de mandos y se obedecen como en cualquier
organización militar.
Otro de los
elementos sustanciales del EZLN es que a pesar de haber usado la violencia, en
realidad su apuesta siempre ha sido por la organización y concientización
política. De ahí se puede entender que luego de declarar la guerra al Estado
mexicano levantándose en armas y la declaratoria de cese al fuego después de 12
días de enfrentamiento, toman el camino de la política y hacen una serie de
propuestas a la sociedad civil para organizarse (la Convención Nacional
Democrática, el Movimiento de Liberación Nacional y los Acuerdos de San Andrés)
que no tuvieron éxito hasta llegar a su propia iniciativa de autogobierno con
los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno que en agosto pasado ya cumplieron
una década de existencia en Chiapas.
El tercer
elemento es que no se han propuesto la toma de poder ni gobernar. Por eso es que
una buena parte de la narrativa del zapatismo y en especial del subcomandante
Marcos sea contra el sistema de partidos por los altos grados de corrupción que
contienen y la falta de representatividad social. Desde 1994 los zapatistas
impidieron las campañas y las elecciones en sus territorios, nadie pudo
convencerlos de participar como lo intentaron Cuauhtémoc Cárdenas en 1994 y
Andrés Manuel López Obrador en el 2006.
Durante estos
años el EZLN y el subcomandante Marcos han mostrado su pericia para manejar la
estrategia de comunicación política y mantenerse vigentes a pesar de que ya no
tienen la misma exposición mediática como la tuvieron desde 1994 hasta el 2006
cuando realizaron la gira por todo el país en la llamada “La Otra Campaña”.
Sus propuestas
de innovación organizativa, los escenarios que ponían para sus eventos, el
carácter global de sus convocatorias, así como la narrativa literaria de Marcos
pusieron a los zapatistas en la vanguardia social, pero tuvieron un agotamiento
natural y se estancaron. Esa frescura se extraña ahora ante la ausencia de
liderazgos y de discursos que muevan a la sociedad.
El EZLN ha
cambiado mucho a lo largo de su historia. Ya no es aquel grupo guerrillero que
se alió con los pueblos indígenas para transformar al país, hoy es el
movimiento social indígena que va en la misma corriente latinoamericana de
pueblos originarios que defienden sus territorios de los grupos políticos
aliados a las trasnacionales mineras, eólicas, petroleras y del crimen
organizado que amenazan con despojarlos de sus tierras.
Como dice Le Bot en su
último libro La gran revuelta indígena, el zapatismo es una antiguerrilla, que
se alejó de la lucha armada tradicional, pero que se quedó atrapada entre el
grupo armado y un movimiento social. Pero habría que decir que aún vive y
persiste a pesar de las presiones externas y las divisiones internas. Esto es,
es un grupo social indígena en movimiento y transición.
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