domingo, 27 de junio de 2010

" Carta abierta a Pandora" de Ana L. Vega

Para Rosario Ferré


¿Quién eras tú, Pandora, cuando en la turbulenta década de los setenta creaste la más explosiva revista puertorriqueña de vanguardia literaria? ¿Quién eras, cuando en el 76 diste a luz las inolvidables páginas de un libro luminoso que abrió caminos de libertad para toda una generación de escritoras?

¿Serías la misma que hace unos días, bajo el manoseado eslogan de "Puerto Rico USA", le entregara al New York Times una tan triste apología de la asimilación? Serías la misma que, el pasado 19 de marzo, proclamándose "más americana que John Wayne", le anunciara alegremente a nuestros conquistadores que por fin habíamos llegado a ser como ellos?

Desde que despuntaste como estrella literaria en el panorama cultural de nuestro país, hace más de veinticinco años, he seguido tus pasos con entusiasmo y orgullo. Como colega de oficio, he tenido el honor de haber compartido tribuna contigo en múltiples foros, y figurado junto a ti en numerosas publicaciones. La lealtad y el respecto a tu obra y a tu persona son las razones que me mueven a dedicarte hoy esta columna, inspirada menos por la indignación que por el desencanto.

El que hayas cambiado de afiliación política no es motivo de alarma. Ni la primera ni la última serías en haberlo hecho. ¡Si hasta Muñoz Marín alegó "errores de juventud" cuando se puso la pava! Lo que asombra, más bien, es la discutible calidad de los argumentos que esgrimes para justificar el cambio.

En tu artículo, defines al puertorriqueño como un "ser híbrido", una especie de monstruo de dos cabezas y dos almas. Tu freudiana interpretación de la realidad nacional postula campechanamente la coexistencia armónica de "un ego hispano" (ni siquiera boricua) y un "ego norteamericano". En tu fértil imaginación, el primero está encarnado por Chita Rivera, la vedette de Broadway, la sandunguera Anita de la versión teatral de West Side Story. El segundo, a juzgar por la imagen de vaquero machote y mataindios que has escogido para representarlo, debe ser todo un señor superego. Aquí entre nos, no vayas a creer que te estoy reprochando tu afición por el Western. A cada cual sus gustos cinematográficos. Pero, ¿no te parece que pudiste haber escogido un símbolo más noble como representación de la nación a la que quieres integrarnos?

La selección es bastante significativa. En virtud de ese extraño síndrome de Jekyll y Hyde que reclamas como identidad profunda del puertorriqueño, te instalas ingenuamente en el reino de los estereotipos, experimentando un curioso cambio de sexo al pasar de lo "hispano" a lo "norteamericano". Aunque todo esto de la hibridez podría resultar muy fascinante como exploración autobiográfica, la pretensión de proyectar tu condición personal sobre la totalidad del país me parece un tanto arriesgada.

Tu teoría, por otra parte, tiene un sospechoso trasunto a mitología estadolibrista de los cincuenta. Sí, chica, -te acuerdas?- aquella letanía de la esquizofrenia portorricensis cantaleteada sin piedad desde la etapa prenatal para colonizarnos hasta las entretelas: dos lenguas, dos himnos, dos gobiernos, dos banderas, "pollito chicken, gallina hen, lápiz pencil y pluma pen". No hay aquí, si vamos a ver, grandes sorpresas. Cualquier semejanza entre tus opiniones, la criatura bautizada con el exótico nombre de "estadidad jíbara" y la rancia doctrina de la "Vitrina del Caribe", ¿será pura coincidencia?

Algo más desconcertante es tu peregrina afirmación de que "los puertorriqueños ya se han unido al primer mundo". Antes que nada, habría que precisar a cuáles de nuestros compatriotas te estás refiriendo. ¿No será, por casualidad, a aquéllos que -según nos informas- "han contribuido con más de $500,000 a las campañas políticas de los Estados Unidos? Los demás, que yo sepa, andan por ahí chiripeando a brazo partido y camuflando su pobreza tras los cheques de alimentos. Y el resto -no se te vaya a olvidar- alzó el vuelo rumbo al Norte hace bastante tiempo, cuando al gobierno le dio con promover la mudanza al cielo gringo como solución a la miseria y el desempleo. Tan "primer mundo" no puede ser un país que tiene la mitad de su población errante y la otra mitad encadenada al mantengo.

A esos boricuas emigrados, dicho sea de paso, no les reservas un trato muy tierno, actitud algo contradictoria para toda una "US Latino writer". Primero, invocas a San Alejo para que los aleje del plebiscito, por aquello de que sus supuestas simpatías independentistas no vayan a "privar del derecho a la ciudadanía americana a la próxima generación de puertorriqueños". Luego (palo si bogas y palo si no bogas), no sólo los críticas por idealizar al país que perdieron, sino también por denunciar la devastación ecológica y social que ha traído a la isla el progreso a la americana.

La soberanía es imposible porque "prácticamente, no contamos con recursos naturales", sentencias montada en ese viejo y cansado caballo de Troya de los estadistas. A esa trillada observación le sigue otra igualmente predecible sobre el deprimido per cápita de los desposeídos del hemisferio. Tu voz me trae ecos de aquellas maestras de Estudios Sociales de nuestra educación primaria que, día tras día, nos machacaban la dependencia y la impotencia, mientras nos vacunaban, con inyecciones de arrogancia, contra la solidaridad latinoamericana.

Como las dos Isabeles de tu célebre cuento, se enfrentan hoy tal vez, en ese campo de batalla que es la página, dos escritoras. Ojalá, querida Pandora, que aquélla que una vez abofeteara la cara hipócrita de la sociedad con la explosiva verdad de sus papeles, no se haya rendido ante la que hoy derrama estereotipos y clisés en apoyo a una postura desmentida por sus libros. Ojalá que ese artículo tan poco afortunado fuera la obra de una mano alevosa que, amparada en el prestigio de tu nombre, hubiera puesto todo su vano esfuerzo en empañarlo.

Tan "primer mundo" no puede ser un país que tiene la mitad de su población errante y la otra mitad encadenada al mantengo

No hay comentarios:

Publicar un comentario